Pretendo guardarte en mi recuerdo para cuidarte siempre.
Quiero saberte bien. Quiero saberte feliz. Quiero que no te marches nunca, pero te alejo en el frío intento de no dañarte, de no tapar tu sol aunque éste me queme.
Te me haces como una mariposa, una que observo desde la distancia, que a pesar de que se acerque no quiero atraparla. Una mariposa que ríe libre. Una mariposa que brilla en mil colores. Una mariposa que me regala su delicadeza, y sin embargo la quiero lejos.
A veces te siento tan cerca, como un sueño que confundes con realidad. Me da miedo tocarte. Como una burbuja que ves con intensa proximidad, quieres comprenderla, hacerla tuya, y sin embargo sientes miedo, pánico, absurda fobia de tocarla, de romperla; miedo de que se desvanezca entre tus dedos y no puedas verla jamás.
Porque quiero que te quedes allí, en la triste inutilidad de ser mío pero nunca para mí.
Y quiero cuidarte, ¿Lo he dicho lo suficiente? Quizás una de tantas veces comprendas que no quiero quererte. No quiero estar a tu lado, No pretendo ser tu suerte. Porque quizás no quiero, quizás necesito. Necesito mantener tu paz. Necesito arreglar tus malos días. Necesito ser cura y enfermedad para tu falta de sueño. Necesito velar por tus ilusiones. Necesito atrapar tus sueños. Necesito ser el escudo de tus batallas. Necesito ser el aliento de tus luchas. Necesito ser el fuego de tu cigarrillo. Necesito ser el café de tus mañanas. Necesito ser la letra de tus historias. Necesito ser la luz de tus noches oscuras. Necesito la sombra que refresca tu camino. Necesito ser la guarda de tus ideas.